Aun recuerdo a Suzan, una amiga estadounidense que trabajaba como enfermera en un centro educativo internacional de Bandung, Indonesia. Pese a nuestra diferencia de edades mantuvimos por un buen tiempo una gran amistad. Ella y otras amigas formaban parte de un grupo que se reunía en algún café de la ciudad para charlar. Un día, Suzan, me invito a un almuerzo y celebración en su centro educativo, a decir la verdad le costo un poco convencerme pues no tenia muchos deseos de acompañarla, mas que todo porque se trataba de una presentación de “modas infantiles”, la idea de ver niños desfilando diferentes ropas en el clásico desorden que esto inculcaba me ponía nerviosa. Pero por tratarse de una buena amiga acabe aceptando la invitación. Cuando llegue al Centro, como era de esperarse, mesas redondas adornadas de manteles coloridos y un pequeño payaso de papel al centro nos esperaban. Varios niños lloraban, otros reían, al frente de las mesas se advertía la pasarela por la que los niños desfilarían mostrando las diferentes vestimentas, todo esto auspiciado y organizado por marcas de ropas infantiles cuyos logos adornaban el salón.
Bueno, todo seguía su rumbo hasta el momento en que se dio un pequeño lapso al evento para presentar una de las profesoras, quien cantaría una canción. La canción detuvo mi charla por un momento y llamo toda mi atención pues se trataba de la canción favorita de mi mama, “Over the Rainbow” de un clásico del cine “El Mago de Oz”. Mientras la profesora de figura delgada y un rostro tierno cantaba, me puse a observar a los niños, las madres mostraban orgullo, sonreían y felicitaban los pasos de sus niños por las pasarelas, no importando cuan torpes estos fueran. Las madres les arreglaban las vestimentas, el cabello y abrazaban a sus hijos.
Volví a dirigir mi mirada a la talentosa profesora de cabellera rubia y ojos verdes, recordé mi madre con su canción, recordé sus caricias, su apoyo, su manera tan positiva y optimista de pensar, recordé como jugábamos a ponerle forma a las nubes blancas cuando era niña dejando correr a mi imaginación, mi corazón recibió una punzada, pues nada material podría ponerla en ese instante a mi lado y fue en ese preciso momento que decidí que debía verla, debía parar todo cuanto estaba haciendo, pues nada se compararía a poderla abrazar y compartir nuevamente con ella, el tiempo es el peor enemigo y muchas personas no se dan cuenta de ello, guardan rencores, alargan discusiones y olvidan que el preciso momento, el presente y la alegría de poder decirle “Gracias” y” te amo” a la madre no tienen precio.
Al día siguiente me ocupe de reservar un pasaje, informar en mi trabajo mi decisión, arreglar algunas cosas y contenta me dirigí a la casa de mi amiga Suzan para darle la buena nueva. Suzan me recibió como siempre sonriente y casi pacífica, escucho mi buena nueva con una sonrisa, me felicito por mi decisión pero su triste mirada y su silencio me empujo a preguntarle que pasaba? me contesto que ella también tendría que ir a Estados Unidos, pero lo mas pronto posible, que le preocupaba poder encontrar un pasaje lo mas rápido posible, de hecho ella estaba de salida, luego de una pausa me dijo que su hijo se iría a la guerra en Irak.
Yo no tenia palabras, solo una caricia y un abrazo, quizás las personas sabemos cuando una caricia hace mucho más que mil palabras, cuando sabemos que tenemos una mano amiga, con la que se puede contar en toda ocasión. En aquel momento admire a Suzan, su estabilidad emocional y su madurez para enfrentar los problemas. Aquel día me costo manejar, mientras recorría la gran autopista que conecta la ciudad con mi barrio en otra pequeña ciudad me puse a pensar en la alegría que mi madre tendría al verme, la alegría que yo le daría por verme viva, quizás no le importaría tanto mis éxitos profesionales como yo pensaba sino el solo hecho de verme seria ya una alegría, también me dio pena pensar en las lagrimas que quizás le cause sin saberlo, en sus desvelos por mi causa, en mis errores y pasadas enfermedades, y en aquel momento, mas que nunca, reforcé mi decisión de partir.
Bueno, todo seguía su rumbo hasta el momento en que se dio un pequeño lapso al evento para presentar una de las profesoras, quien cantaría una canción. La canción detuvo mi charla por un momento y llamo toda mi atención pues se trataba de la canción favorita de mi mama, “Over the Rainbow” de un clásico del cine “El Mago de Oz”. Mientras la profesora de figura delgada y un rostro tierno cantaba, me puse a observar a los niños, las madres mostraban orgullo, sonreían y felicitaban los pasos de sus niños por las pasarelas, no importando cuan torpes estos fueran. Las madres les arreglaban las vestimentas, el cabello y abrazaban a sus hijos.
Volví a dirigir mi mirada a la talentosa profesora de cabellera rubia y ojos verdes, recordé mi madre con su canción, recordé sus caricias, su apoyo, su manera tan positiva y optimista de pensar, recordé como jugábamos a ponerle forma a las nubes blancas cuando era niña dejando correr a mi imaginación, mi corazón recibió una punzada, pues nada material podría ponerla en ese instante a mi lado y fue en ese preciso momento que decidí que debía verla, debía parar todo cuanto estaba haciendo, pues nada se compararía a poderla abrazar y compartir nuevamente con ella, el tiempo es el peor enemigo y muchas personas no se dan cuenta de ello, guardan rencores, alargan discusiones y olvidan que el preciso momento, el presente y la alegría de poder decirle “Gracias” y” te amo” a la madre no tienen precio.
Al día siguiente me ocupe de reservar un pasaje, informar en mi trabajo mi decisión, arreglar algunas cosas y contenta me dirigí a la casa de mi amiga Suzan para darle la buena nueva. Suzan me recibió como siempre sonriente y casi pacífica, escucho mi buena nueva con una sonrisa, me felicito por mi decisión pero su triste mirada y su silencio me empujo a preguntarle que pasaba? me contesto que ella también tendría que ir a Estados Unidos, pero lo mas pronto posible, que le preocupaba poder encontrar un pasaje lo mas rápido posible, de hecho ella estaba de salida, luego de una pausa me dijo que su hijo se iría a la guerra en Irak.
Yo no tenia palabras, solo una caricia y un abrazo, quizás las personas sabemos cuando una caricia hace mucho más que mil palabras, cuando sabemos que tenemos una mano amiga, con la que se puede contar en toda ocasión. En aquel momento admire a Suzan, su estabilidad emocional y su madurez para enfrentar los problemas. Aquel día me costo manejar, mientras recorría la gran autopista que conecta la ciudad con mi barrio en otra pequeña ciudad me puse a pensar en la alegría que mi madre tendría al verme, la alegría que yo le daría por verme viva, quizás no le importaría tanto mis éxitos profesionales como yo pensaba sino el solo hecho de verme seria ya una alegría, también me dio pena pensar en las lagrimas que quizás le cause sin saberlo, en sus desvelos por mi causa, en mis errores y pasadas enfermedades, y en aquel momento, mas que nunca, reforcé mi decisión de partir.